Los incrementos de productividad, sean por la vía de la automatización o a través de la reingeniería organizativa de procesos, disminuyen el número de personas requeridas para producir una misma cantidad de producto o servicio.
La aplicación de estas medidas a escala nacional supone un mayor desempleo a menos que se produzca un incremento proporcional de la demanda o de otras industrias o servicios que requieran mano de obra. No se trata de una coyuntura exclusiva de la industria, también en otros ámbitos, la tecnología requiere cada vez menos trabajo manual. El Lean es una variable más de este proceso.
En este escenario y, por la propia definición del capitalismo, se produce una concentración de poder y desigualdad social ya que las máquinas y el perfeccionamiento de métodos retribuyen al empresario. En la utopía del fin del trabajo, las máquinas no trabajan para nosotros sino solo para una minoría y a costa del resto.
Lo que está claro es que, en Occidente, el clásico operario montador va a ir desapareciendo progresivamente y los trabajadores resultantes realizarán cada vez menos trabajo físico y estarán más desligados de unas máquinas que poco a poco van ganando en autonomía. Al incrementar el nivel de automatización, el operario dispondrá de más tiempo para analizar problemas y proponer soluciones.
De este modo, también el progreso tecnológico conduce gradualmente al operario a reconvertirse en técnico especialista, experto en la supervisión de las máquinas y, como tal, capaz gestionar la producción y mejorar los indicadores establecidos.
La mecanización de las tareas más pesadas y repetitivas, es decir, la substitución del trabajo físico por mental sería, en buena parte, el enriquecimiento del puesto de trabajo que venimos reclamando. En este sentido, se conocen estudios que indican una correlación clara entre automatización y satisfacción con el puesto de trabajo.
El empoderamiento del trabajador del futuro en una estructura descentralizada encaja con los estudios de motivación. Quizás la propia evolución de la historia económica nos lleve por sí sola por ese camino a largo plazo. Las empresas deberían pues ir pensando en ese perfil de “superoperario” para las nuevas incorporaciones.
Parece como que hemos resuelto el problema de los puestos de trabajo en la industria pero ¿qué sucede con todo el personal sobrante? ¿Qué medidas debería tomar la sociedad para contrarrestar los efectos sociales del incremento de productividad manual?
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