La principal razón por la que hay que plantear cuestiones psicológicas más allá de la ingeniería es que estamos intentando implantar una cultura japonesa en otros países de tradiciones muy distintas. La duda es pues muy razonable: ¿hasta qué punto es exportable el método Lean a Occidente?
El Lean es un producto de la mentalidad japonesa y parte de la base de que las personas funcionan de un modo determinado. Así, la metodología cosecha muy buenos resultados en su país de origen porque está diseñada por y para ellos mismos, a partir de su personalidad y su forma de entender el trabajo.
La cuestión es que el temperamento característico del trabajador japonés no se corresponde demasiado con el nuestro. Por norma general, podemos considerar que, respecto a nosotros, ellos:
- Otorgan un gran valor al trabajo como una actividad central en sus vidas así como una cierta aversión al ocio, tan anhelado aquí en Occidente
- Sienten una mayor vinculación con su empresa y un mayor compromiso con la obtención de resultados
- Tienen una mayor capacidad de esfuerzo, de concentración y hasta de percibir los pequeños detalles
- Ante un trabajo mal hecho o una reprimenda, sienten un verdadero arrepentimiento, no como aquí, donde buscamos más la confrontación o una excusa por no haber cumplido con nuestro cometido
- Existe un mayor respeto entre compañeros, especialmente entre trabajadores de un determinado nivel con sus superiores, por los que suelen sentir verdadera admiración
Está claro que esta forma de ser facilita las cosas. A todos nos gustaría que nuestros trabajadores tuvieran estas características, que eran justamente las que planteaba McGregor en su modelo Y.
En Japón, la empresa, ante la predisposición de las personas, es la primera en promover la participación, invirtiendo en ellas, otorgándoles un estatus superior y entrando, de este modo, en un círculo virtuoso.
No todo son buenas noticias las que vienen de Oriente. Existe incluso una palabra (Karoshi) para definir una muerte por exceso de trabajo, con numerosos casos documentados, un hecho que no suele aparecer demasiado en la publicidad Lean por razones obvias.
Aquí, en Occidente, nos encontramos con que la motivación no viene tan de serie y, además, las reticencias de la empresa a delegar según que responsabilidades a los operarios son mayores. De tal forma que estamos en un punto muerto: se quieren dar pasos para impulsar el cambio cultural pero no existe todavía suficiente voluntad o convencimiento para ello.
Queremos que nuestros trabajadores sean más productivos. ¿Lo queremos lograr imponiendo procedimientos o fomentando la autogestión?
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