En la medición de tiempos hombre podemos distinguir 3 situaciones habituales:
- Un proceso manual con un lead-time largo. En este caso, realizaremos una observación a reloj corrido como si siguiéramos a una máquina
- Operaciones manuales en líneas muy automatizadas donde los operarios actúan como supervisores de la línea con el cometido principal de resolver incidencias. Aquí no se trata tanto de medir los tiempos hombre sino de analizar la evolución de la producción y la eficiencia en función del número de operarios asignados
- Un proceso manual a tiempo de ciclo de la máquina. Se trata del típico ejemplo donde corresponde el cronometraje clásico del tipo “métodos y tiempos” taylorista por lo que nos vamos a centrar a continuación en este caso
A diferencia de lo que ocurrirá con la máquina, los tiempos hombre suelen tener una cierta variabilidad debido a la pericia, el ritmo y el propio método de cada persona. Para definir los tiempos de las micro-operaciones habrá que realizar un número suficiente de observaciones contemplando operarios y turnos distintos también con el objetivo de identificar buenas prácticas.
Para llegar a un estándar del proceso manual deberíamos considerar el tiempo de operación realizado por un operario experimentado a una velocidad normal. La observación de varias personas para una misma operación nos va a permitir identificar a los operarios expertos, y sus tiempos promedio serán la referencia para el estándar. Puede ser interesante grabar a estos operarios o hacer sesiones de formación con el resto para conseguir mejorar los registros del grupo, siendo este ejercicio un proyecto de incremento de productividad por sí mismo.
Independientemente del nivel de pericia de la persona, la velocidad a la que trabaja recibe el nombre de “actividad”, un concepto que debemos tener presente al cronometrar. Un operario que trabaja bien y con soltura consideraremos que tiene una actividad 100, a la cual fijaremos el estándar de producción.
Especialmente teniendo en cuenta que, en el contexto de una observación, el trabajador puede modificar su ritmo más o menos conscientemente, puede que veamos a un operario con un ritmo algo lento, pongamos a 85 y otro bastante rápido, digamos 110. Estos valores aproximados los asignaremos nosotros en función de nuestra percepción y corregiremos los tiempos observados para normalizarlos al 100 multiplicándolos por el factor resultante (0,85 y 1,1, respectivamente).
Como ya comentamos, debemos llegar hasta operaciones de pocos segundos que sean divisibles, es decir, que en un determinado procedimiento, se pudieran asignar a personas distintas. No es necesario llegar al nivel micro-movimiento.
Hay que prestar atención a las operaciones que se realizan secuencialmente pero también nos podemos encontrar con tareas que se realizan cada varios ciclos o cada cierto tiempo. Este tipo de operaciones se llaman “frecuenciales” y deberíamos conocer su existencia de antemano ya que, por mucho que observáramos un turno completo, pueden existir algunos trabajos de frecuencia superior (diarios, semanales, etc.) que también hay que contemplar.
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