Medidas sociales en un mundo tecnológico

Medidas sociales en un mundo tecnológico

Vamos a plantear la muy probable hipótesis de alta automatización donde muchos puestos de trabajo han sido ocupados por robots, tanto en la industria como en otros sectores: coches sin conductor, programas informáticos de atención al cliente, etc.

La tecnología plantea un problema muy serio de empleo en un mundo superpoblado. Parece que a futuro van a prevalecer sólo los trabajos más cualificados y se prescindirá de aquellas personas que realizan tareas de bajo valor añadido en favor de la mecanización o la inteligencia artificial.

A igualdad de costes, una empresa siempre preferirá tener un robot a un operario. A medida que el coste tecnológico se reduzca y se incrementen las prestaciones, la decisión está clara.

Por otro lado, en un mundo finito, la demanda no puede crecer indefinidamente. Un contexto quizás permanente de crisis económica (y probablemente también energética y ecológica en un futuro cercano) tampoco invita al optimismo. Todo ello se traduce en un incremento irremediable del desempleo.

¿Cómo se sostiene un paro estructural elevado con pocos cotizantes? Parece que habrá que recurrir al otro gran actor de la ecuación. Así, las empresas, beneficiarias de la tecnología podrían contribuir con un impuesto de sociedades progresivo en función del porcentaje de beneficios, o deducciones y penalizaciones para contrataciones y despidos, respectivamente.

De este modo, las organizaciones más productivas a costa de emplear a menos personas deberían socializar una parte de su beneficio a través del impuesto. Otra opción es hacer tributar a las máquinas con el equivalente al IRPF, que pagaría la empresa, aunque el diseño de una normativa al respecto sería compleja debido a la diversidad de robots y automatismos candidatos a contribuir.

Otra medida que probablemente haya que implantar es la reducción de la jornada laboral. Puesto que la necesidad de personas es menor y la población mayor, habrá que repartir el trabajo entre todos.

Una empresa también prefiere 8 horas de un trabajador que 4 horas de dos, pero tendrá que asumir los costes. Pese a que con esta jornada reducida, la productividad, a priori, parece que disminuye, habría que analizar el impacto en la producción de una menor fatiga y de la mayor satisfacción del trabajador por disponer de más tiempo libre.

En cuanto al salario, pues indudablemente sería más bajo pero se podría ver compensado por ayudas o medidas como la renta básica universal.

Estas medidas podrían considerarse otro tipo de enriquecimiento, no del trabajo en sí, sino de la propia vida humana, en la cual, el trabajo dejaría de ser un factor tan fundamental. La posibilidad de disponer de un tiempo libre bien encauzado por la vía de la cultura, las relaciones humanas, etc. nos puede llevar, sin duda, a una existencia más plena, menos basada en la dualidad trabajo-consumo y, por tanto, también más sostenible ecológicamente.

Sobre el autor

Jordi Planelles administrator

Deja una respuesta