Hasta el momento, hemos analizado la metodología Lean en el contexto de la evolución de la reingeniería de procesos. No obstante, el fenómeno industrial también ha sido estudiado por otras disciplinas tales como la antropología, la psicología o la sociología industrial, que nos pueden ofrecen un punto de vista complementario.
Muchos proyectos autoproclamados Lean, en realidad, no son más que un análisis de métodos y tiempos similar a la administración científica de Taylor:
- Descomponer las actividades en operaciones unitarias lo más reducidas posible
- Eliminar las micro-operaciones de no valor añadido
- Asignar en una hoja de cálculo las operaciones de valor a los distintos trabajadores
- El reparto de las tareas no depende de las personas sino de la carga de trabajo y la demanda del producto a fabricar
El taylorismo supone el perfeccionamiento de un concepto fundamental que aparece ya en los albores de la Revolución Industrial: la división del trabajo. Ya en “La Riqueza de las Naciones” (1776), Adam Smith (1723-1790) menciona los pros y contras de esta sistemática: por un lado, el beneficio que supone el incremento de productividad para el empresario y, por otro, las disfunciones que genera en el trabajador por el hecho de realizar operaciones repetitivas y sin interés, que lo convierte en un “ignorante y estúpido”.
En un operario que actúa como un automatismo sin apenas ejercer su entendimiento se desvirtúa la concepción del trabajo definida, bajo el prisma de las ciencias sociales, como aquel conjunto de acciones que somos capaces de desarrollar para transformar la realidad y mejorar nuestra existencia, siendo una actividad esencial y propia del ser humano.
Más adelante, Karl Marx (1818-1883) recoge el pensamiento de Adam Smith y endurece la crítica a la división del trabajo en su libro “El Capital” (1867) considerando esta operativa como “causa de degeneración física y espiritual” además de un mecanismo de “la explotación del capital sobre el trabajo”.
De este modo, según estos autores, en la división del trabajo y, por extensión, en el taylorismo, el problema no es sólo que el operario no sea dueño de los medios y productos resultantes, sino que tampoco tiene potestad alguna para realizar el trabajo según su criterio propio, ya que el método le viene impuesto.
En un escenario de estas características, el trabajador se convierte en una pieza del engranaje sin visión de conjunto, por lo que se sentirá siempre desplazado y desmotivado.
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